De un autor
en activo paso a uno de esos clásicos que todo el mundo conoce por sus
numerosas versiones cinematográficas pero que poca gente ha leído en realidad.
Se trata de un librito que escribió Gaston Leroux en 1910 (ha llovido desde
entonces, pero ya dije que a mí lo que me gusta de verdad son los clásicos), y
desde entonces se han llevado a los escenarios y al celuloide versiones de todo
tipo, desde la última de 2004 con Gerard Butler y Emmy Rossum como
protagonistas pasando por aquella de 1974 bajo el título de El fantasma del paraíso y dirigida por
Brian de Palma, con todo aquel glam rock e histrionismo pero de una belleza que
a mi parecer lo convierte en un clásico imprescindible y terminando por la
primera versión cinematográfica que data nada más y nada menos que de 1916.
Supongo que
todos conocen el argumento: en la Ópera de París se rumorea que hay un
fantasma, algunos incluso afirman haberlo visto, pero todos lo temen. Christine
Daaé es una de las artistas de la Ópera y en ella se reencuentra con Raoul,
vizconde de Chagny. Se enamoran y se prometen en matrimonio, mas no deben
contárselo a nadie, porque el fantasma de la Ópera también está enamorado de
Christine y, de hecho, mantiene una estrecha relación secreta y aparentemente
profesional con ella. Cuando Erik, el fantasma, descubre los verdaderos
sentimientos de Christine y Raoul, se desata la tragedia. Christine desparece
de mitad del escenario en el que está actuando y el vizconde emprende su
búsqueda junto con el Persa (personaje repleto de incógnitas que se van
desvelando en la segunda mitad de la novela) por los entresijos y oscuros
pasadizos de la Ópera.
Hay momentos
en la novela que parece no estar leyéndose prosa sino pura poesía, hasta ese
punto llega la belleza literaria de la obra en algunos pasajes. La historia,
los personajes, la pureza de éstos (no olvidemos la fecha en que fue escrita),
el desarrollo de los acontecimientos y, como ya he dicho, la cautivadora prosa
en la que está escrita hacen que el lector quede atrapado desde el principio,
prendido y capturado incluso. Son de estos libros que empiezas y no puedes
dejar de leerlo hasta que se acaba, y que luego lamentas habértelo terminado
tan pronto.
La escena de
la búsqueda de Christine es digna de una reflexión aparte. Las entradas
secretas, los pasillos y los huecos ocultos se convierten en un laberinto cuyo
recorrido sólo puede llevar, tarde o temprano, hasta el minotauro (que en este
caso es el fantasma Erik), con todo lo que eso conlleva de descubrimiento, de
confianza ciega, de temor y superación del mismo, aparte de las reminiscencias
mitológicas obvias. No deja, al fin y al cabo, de ser un viaje, como el que
emprende Ulises, y desde entonces cientos en la literatura (cómo no recordar
ahora On the road, de Jack Kerouac).
Al fantasma
de la Ópera se le conoce a lo largo de la novela por diferentes nombres,
empieza siendo para Christine el ángel de la música, para Raoul es la voz de
hombre, pero es sobre todas las cosas la Voz, como dice la propia Christine,
“…y me veo obligada a recordar que, aunque no es ni fantasma, ni ángel, ni
genio, sigue siendo la Voz, ¡porque canta!” Y cómo canta, esa es la belleza de
un personaje que físicamente no puede más que repugnar. Sólo al final de la
novela el fantasma de la Ópera se convierte por fin en Erik y sabemos algo de
él como persona real.
Podría
contar muchísimas cosas más de esta pequeña joya literaria que, como ya
adivinaréis, recomiendo fervientemente. Aunque sea sólo por deber histórico,
digamos, El fantasma de la Ópera,
obra en la que algunos descubren detalles de novela gótica (imposible negarlo)
pero que todos los que la han leído coinciden en afirmar su belleza siempre
dispuesta a ser descubierta, no puede dejar de leerse por todo aquel que se
considere amante o degustador de la buena literatura. Yo la calificaría de una
sola manera incluso: IMPRESCINDIBLE.
Autor: Gaston Leroux
Título original: Le fantôme de l'Opéra
Editorial: Alianza Editorial 2004
Editorial: Alianza Editorial 2004
ISBN: 84-206-5652-6
No hay comentarios:
Publicar un comentario