viernes, 2 de noviembre de 2012

El fantasma de la Ópera




De un autor en activo paso a uno de esos clásicos que todo el mundo conoce por sus numerosas versiones cinematográficas pero que poca gente ha leído en realidad. Se trata de un librito que escribió Gaston Leroux en 1910 (ha llovido desde entonces, pero ya dije que a mí lo que me gusta de verdad son los clásicos), y desde entonces se han llevado a los escenarios y al celuloide versiones de todo tipo, desde la última de 2004 con Gerard Butler y Emmy Rossum como protagonistas pasando por aquella de 1974 bajo el título de El fantasma del paraíso y dirigida por Brian de Palma, con todo aquel glam rock e histrionismo pero de una belleza que a mi parecer lo convierte en un clásico imprescindible y terminando por la primera versión cinematográfica que data nada más y nada menos que de 1916.
Supongo que todos conocen el argumento: en la Ópera de París se rumorea que hay un fantasma, algunos incluso afirman haberlo visto, pero todos lo temen. Christine Daaé es una de las artistas de la Ópera y en ella se reencuentra con Raoul, vizconde de Chagny. Se enamoran y se prometen en matrimonio, mas no deben contárselo a nadie, porque el fantasma de la Ópera también está enamorado de Christine y, de hecho, mantiene una estrecha relación secreta y aparentemente profesional con ella. Cuando Erik, el fantasma, descubre los verdaderos sentimientos de Christine y Raoul, se desata la tragedia. Christine desparece de mitad del escenario en el que está actuando y el vizconde emprende su búsqueda junto con el Persa (personaje repleto de incógnitas que se van desvelando en la segunda mitad de la novela) por los entresijos y oscuros pasadizos de la Ópera.
Hay momentos en la novela que parece no estar leyéndose prosa sino pura poesía, hasta ese punto llega la belleza literaria de la obra en algunos pasajes. La historia, los personajes, la pureza de éstos (no olvidemos la fecha en que fue escrita), el desarrollo de los acontecimientos y, como ya he dicho, la cautivadora prosa en la que está escrita hacen que el lector quede atrapado desde el principio, prendido y capturado incluso. Son de estos libros que empiezas y no puedes dejar de leerlo hasta que se acaba, y que luego lamentas habértelo terminado tan pronto.
La escena de la búsqueda de Christine es digna de una reflexión aparte. Las entradas secretas, los pasillos y los huecos ocultos se convierten en un laberinto cuyo recorrido sólo puede llevar, tarde o temprano, hasta el minotauro (que en este caso es el fantasma Erik), con todo lo que eso conlleva de descubrimiento, de confianza ciega, de temor y superación del mismo, aparte de las reminiscencias mitológicas obvias. No deja, al fin y al cabo, de ser un viaje, como el que emprende Ulises, y desde entonces cientos en la literatura (cómo no recordar ahora On the road, de Jack Kerouac).
Al fantasma de la Ópera se le conoce a lo largo de la novela por diferentes nombres, empieza siendo para Christine el ángel de la música, para Raoul es la voz de hombre, pero es sobre todas las cosas la Voz, como dice la propia Christine, “…y me veo obligada a recordar que, aunque no es ni fantasma, ni ángel, ni genio, sigue siendo la Voz, ¡porque canta!” Y cómo canta, esa es la belleza de un personaje que físicamente no puede más que repugnar. Sólo al final de la novela el fantasma de la Ópera se convierte por fin en Erik y sabemos algo de él como persona real.
Podría contar muchísimas cosas más de esta pequeña joya literaria que, como ya adivinaréis, recomiendo fervientemente. Aunque sea sólo por deber histórico, digamos, El fantasma de la Ópera, obra en la que algunos descubren detalles de novela gótica (imposible negarlo) pero que todos los que la han leído coinciden en afirmar su belleza siempre dispuesta a ser descubierta, no puede dejar de leerse por todo aquel que se considere amante o degustador de la buena literatura. Yo la calificaría de una sola manera incluso: IMPRESCINDIBLE.



Autor: Gaston Leroux
Título original: Le fantôme de l'Opéra
Editorial: Alianza Editorial 2004
ISBN: 84-206-5652-6

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