Hoy vengo con uno de mis autores
favoritos, del que he leído casi toda su obra y que me tiene completa y
absolutamente enamorada. Bien es cierto que una de mis grandes pasiones es la
literatura victoriana y, como es bien sabido, Dickens es su máximo exponente,
así que tampoco es de extrañar.
En cualquier caso, hoy traigo su
primera novela (1836-1837) y nada parece adivinar que fuera su primera
incursión en este género, al menos en lo que a calidad literaria se refiere. Contaba
entonces con apenas 24 años, y ya su maestría, la caracterización de sus personajes,
la prosa e incluso algunas de las líneas argumentales que tan famoso le harían después
ya están presentes en la novela. No en vano algunos críticos la consideran una
de sus mejores obras.
La historia gira en torno a las andanzas
y aventuras de su protagonista, Samuel Pickwick, presidente de un absurdo club,
la Sociedad Corresponsal del Club
Pickwick, que, acompañado de otros tres personajes y miembros de la Sociedad (Nathaniel Winkle, Augustus
Snodgrass y Tracy Tupman), a los que luego se les unirá su criado Sam Weller (todos
ellos personajes de lo más extravagantes y divertidos) decide viajar por Inglaterra
para observar, como filósofo y filántropo que se considera, los diferentes
tipos de personas y de comportamientos habituales que existen en la sociedad
británica. Durante estos viajes, las situaciones disparatadas, absurdas y cómicas
hasta la más profunda carcajada se sucederán hasta el final. De esta forma,
Dickens aprovecha para pintar un fresco caricaturesco y una vivaz recreación de
su tiempo, con la mirada crítica y mordaz tan característica del mejor Dickens.
Muchos que lean las Aventuras de Pickwick (también conocida
como Los papeles póstumos del Club
Pickwick), reconocerán en el personaje principal y en su criado muchas
características o guiños de don Quijote y Sancho Panza, y no andarán
desencaminados. Dickens, efectivamente, había leído Don Quijote de la Mancha y había quedado prendado de la obra (de
hecho, la influencia de la novela cervantina fue mucho mayor en Inglaterra que
en España) y, conscientemente o no, sella una impronta quijotesca tanto en los
personajes de Pickwick y Weller como en la relación entre ellos, así como en
muchas de las aventuras que corren juntos.
Como en Don Quijote, en las Aventuras
de Pickwick hay historias contadas por personajes que van conociendo a lo
largo de sus viajes (es decir, que hay historias dentro de la historia) y los
capítulos tienen títulos que adivinan lo que va a ocurrir en ellos.
Asimismo, la evolución de los personajes,
tangible y apasionante, va sucediendo a medida que las diferentes aventuras (y desventuras)
les van pasando, lo que da una movilidad a la acción y una credibilidad a los
personajes propia de los grandes maestros.
El resto lo dejo en la voz de Benito
Pérez Galdós (traductor de esta edición y contemporáneo de Dickens): “El más
popular de los novelistas ingleses, el que con más belleza y exactitud ha
pintado los hermosos cuadros de la vida inglesa, dando vida por el estilo y la
narración a innumerables caracteres, es Carlos Dickens”. Las Aventuras de Pickwick “es una obra que
respira juventud y vehemencia, no impericia ni falta de mundo. En ella aparece
el gran escritor formado ya y dueño de su genio, dominador de su imaginación y
de su estilo; al mismo tiempo, ¡qué riqueza de descripción, qué exuberancia de
movimiento, de color!”
La obra es, como suelo resumir yo en
una sola palabra cuando necesito demasiadas, un verdadero “caramelito”. Imprescindible.
Autor: Charles
Dickens
Título original: The Posthumous Papers of the Pickwick Club
Editorial: Castalia Ediciones
2011
ISBN: 978-84-9740-434-1
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