jueves, 27 de agosto de 2015

Hojaldritos rellenos de crema de limón

Hoy traigo un postre perfecto para el verano, muy fácil de hacer y, como no podía ser de otra manera, muy rico :)

  • 1 lámina de hojaldre
  • 3 huevos
  • 1 yema
  • 220 gr de azúcar
  • 200 ml de zumo de limón (unos 3 limones)
  • 100 gr de mantequilla
  • ralladura de un limón
  • azúcar glas para adornar

Se mezclan los huevos con la yema y el azúcar y se bate todo con varillas eléctricas hasta que esté bien mezclado.

Se derrite la mantequilla en el microondas (o al baño María) y se deja enfriar un poco. 

Se añade a la mezcla anterior de huevo y azúcar el zumo de limón, la ralladura de limón y la mantequilla y se mezcla bien otra vez con la ayuda de las varillas eléctricas.



Se introduce en el microondas en 5 tandas de 1 minuto cada una de ellas. Cuando espese después de ese tiempo (como una crema pastelera) se deja enfriar un poco y se introduce en la nevera para que quede bien fría.

Mientras tanto, se corta la lámina de hojaldre en cuadrados y se colocan en una bandeja de horno sobre el que se habrá puesto previamente papel vegetal de horno. 



Se introduce en el horno precalentado y hornear durante 10 minutos a 200º hasta que se doren.



Se sacan del horno y se dejan enfriar. Cuando ya estén fríos se cortan por la mitad en horizontal. Se rellenan con la crema de limón y se espolvorean con el azúcar glas.



Se me hace la boca agua. Qué bueno!

sábado, 22 de agosto de 2015

Rollitos de jamón cocido rellenos de aguacate

Para el veranito (sobre todo este de 2015 en el que casi nos derretimos, literalmente) esta receta viene genial: es fresquita, sanísima, barata, buenísima y muy fácil de hacer. ¿Qué más se puede pedir?

Ingredientes:
  • 2 aguacates pequeños
  • 2 tomates pequeños
  • 12 aceitunas negras sin hueso
  • 8-9 lonchas de jamón cocido
  • sal
  • aceite virgen extra


Se parten los aguacates por la mitad y se separan las dos mitades. Con el cuchillo se da un golpe al hueso para que se quede clavado en él y así se saca de manera más fácil. Se pica entonces la carne de los aguacates ya retirada de la cascara, los tomates y las aceitunas. Se añade sal y unas gotitas de aceite.



Se extienden las lonchas de jamón cocido y se pone encima la mezcla anterior. Se enrollan y listo.



Ya veis qué fácil es. Y ya comprobaréis qué rico!

lunes, 17 de agosto de 2015

Espinacas con garbanzos

Este plato nos encanta especialmente a mi madre, a mi hermana y a mí. Es una receta sevillana muy típica de aquí que puedes encontrar en muchos de sus bares, ¿pero por qué no hacerla en casa? Además, si te sale mucha cantidad y sois pocos en casa, siempre se puede congelar y ya tenéis para otro día.

Las espinacas a utilizar pueden ser frescas o congeladas, dependiendo de qué se escoja la cantidad varía. Yo las he hecho con las dos, y el resultado es igualmente rico y delicioso. Quizá lo más engorroso es cocer las espinacas frescas, que al principio ocupan mucho espacio y se salen de la olla, pero, una vez advertido, lo dejo al gusto de cada uno :)

Ingredientes:
  • 700 gr de espinacas congeladas o 1 kg de espinacas frescas
  • 1 cabeza de ajo
  • 1 bote de garbanzos (400 gr de garbanzos escurridos)
  • 1 ó 2 rebanadas de pan (dependiendo del tamaño)
  • 1 cucharadita de cominos en grano
  • 1 y 1/2 cucharaditas de pimentón de la Vera
  • 1 cucharada de vinagre de vino blanco
  • 1 hoja de laurel
  • 1 cebolla
  • 1 zanahoria
  • 1 pastilla de caldo de verduras
  • aceite de oliva virgen extra
  • sal

Se cuecen durante 30 minutos los garbanzos en agua con la hoja de laurel, la cebolla pelada, la zanahoria limpia, la pastilla de caldo y sal.



Una vez transcurrido este tiempo, se retiran los garbanzos, que se reservan, y las verduras y la hoja de laurel, que se desechan. 



En la misma agua (añadir más si fuera necesario) se hierven las espinacas durante unos 3 minutos desde que el agua rompa a hervir.



En un mortero se machacan los cominos (en grano dan más sabor y el plato sale más rico). Mientras, en una pequeña sartén con abundante aceite caliente, se fríe el pan. 




Una vez frito se agrega al mortero y se machaca con el comino. En el mismo aceite aún caliente se fríen los dientes de ajo pelados y enteros. Cuando estén dorados se incorporan al mortero y se machaca todo nuevamente.





Cuando se haya majado todo, se añade el vinagre y un poco de sal. Se vuelve a machacar hasta que quede una pasta bien compacta.



En una sartén grande se ponen las espinacas ya hervidas y bien escurridas con parte del aceite en que se han frito el pan y el ajo. Se sofríe durante unos 3-5 minutos y se agregan los garbanzos cocidos. Se remueve y se mezcla todo bien.




Se incorpora entonces el majado. Hay que remover y mezclar bien para que la pasta del majado se deshaga y se mezcle completamente con las espinacas. Se cocina todo junto durante unos 3 minutos.



Se añade el pimentón, se mezcla y se retira del fuego, de otra manera el pimentón puede quemarse. Se corrige de sal y listo.



Qué delicia!!! Ya veréis lo riquísimo que sale y lo sanísimo que es.

sábado, 15 de agosto de 2015

Aromas



Philippe Claudel se ha convertido, poco a poco, en uno de mis autores preferidos, y eso que soy bastante crítica y escéptica con la mayoría de los escritores contemporáneos, en los que no consigo ver la grandeza de muchos de sus predecesores.

No me ocurre lo mismo con Claudel, cuya prosa y obra me fascina cada día más. Es cierto que con Almas grises, y después de leer otras dos obras suyas, creí que había escrito su mejor libro. Y posiblemente así sea. Pero por poco, lo que me ha devuelto la ilusión y la esperanza de que tarde o temprano escriba una novela aún mejor si cabe que la primera. Eso es una de las muchas cosas que me ha dado Aromas.

Relato autobiográfico que no tenía intención de serlo según el mismo Claudel, sus breves 63 capítulos, que de alguna manera nos devuelve al maravilloso y mágico género del cuento, nos adentra en el profundo mundo de los recuerdos del autor. Guiado por los olores de su infancia y adolescencia principalmente, nos pasea por diferentes momentos de su vida, fotografías casi del pasado, que lleva al propio lector a revivir momentos de su existencia como en flashes, a veces de una intensidad profundamente conmovedora.

De esta forma, Philippe Claudel presenta capítulo a capítulo, ordenados por orden alfabético y lejos del estrictamente cronológico, una autobiografía de raíces enormemente literarias, poéticas, simbólicas, de una belleza prosística inmensa que irremediablemente enlaza con la turba de emociones que provoca. 

Las palabras se convierten en vehículo perfecto para las imágenes y los colores, así como para los sentimientos, en perfecta simbiosis con los olores, o con la falta de ellos. Porque si en "Aftershave" el padre de Claudel "[...] Elimina la barba nocturna, cana o grisácea, ceniza que se había depositado sobre su rostro mientras dormía para envejecerlo y robármelo [...] Tras agitar el frasco, mi padre vierte unos chorritos de ese líquido verde en la despilfarradora palma de su mano izquierda [...] De pronto, nos envuelve un agresivo aroma a mentol y cítricos, todavía más intenso debido a la presencia del alcohol, que flota en el aire y nos irrita la nariz. Pero se evapora. Sólo queda un olor que recuerda al toronjil y el limón, a la menta del jardín, que a veces me gusta mascar, hoja esmeralda e infusión clara, a quina y a pimienta también"; en "La casa de la infancia", en cambio, "[...] La casa lleva más de dos años deshabitada. Desde la muerta de mi padre [...] El mismo frío avergonzado inunda todas las habitaciones, y por mucho que olfateo, me sueno varias veces para despejarme la nariz y cierro los ojos, no percibo ningún olor, ningún aroma. Nada. La casa ya no huele a nada. Mi padre se marchó llevándose consigo las que fueron las señas de identidad de este hogar. Murió, y con él el olor de la casa". Así, el aroma y su ausencia condensan más significado que una novela entera.

Porque el encuentro con la identidad propia a través de la magistral asociación entre los recuerdos, los sentidos y la prosa es estremecedora, impactante incluso, en cualquier caso extremadamente vital.

Al final del primer capítulo de Por la parte de Swann, primer libro de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, éste escribe "Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? [...] Pero cuando después de la muerte de las personas, después de la destrucción de las cosas, nada subsiste de un pasado antiguo, sólo el olor y el sabor - más débiles pero más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles - perduran durante mucho tiempo aún, como almas, recordando, aguardando, esperanzados, sobre la ruina de todo lo demás, portando sin flaquear sobre su gotita casi impalpable el inmenso edificio del recuerdo".

Ya lo decía pues el gran maestro francés, dando pie así a su gran obra maestra. Y, como él, Philippe Claudel se ve arrastrado por el recuerdo que los aromas le traen como olas gigantescas de ternura, imágenes, emociones y recuerdos de las que no se puede ni quiere librar y por las que se deja arrastrar sin grandes dramas ni aspavientos. 

Claudel termina con una cita de Giacomo Casanova, de Historia de mi vida, que reza: "Sé que existí, lo sé porque sentí. Por eso sé también que, cuando ya no sienta, habré dejado de existir", conjugando en perfecta unión la existencia y el sentir con las palabras y la prosa de esta preciosísima joya que es el viaje al que nos invita unirnos el autor en Aromas.


Autor: Philippe Claudel
Título original: Parfums
Editorial: Publicaciones y Ediciones Salamandra, 2013
ISBN: 978-84-9838-504-5

martes, 11 de agosto de 2015

Canelones de pollo con bechamel de piquillos

Hoy traigo otro plato riquísimo que, si os gustan los pimientos del piquillos, os va, sencillamente, a encantar ;)

Para los canelones, yo suelo utilizar unos que venden en el Lidl que no hay que enrollar porque son redondos, ni siquiera hay que cocerlos, pero hace tiempo que no los encuentro, así que por ahora no me queda otro remedio que usar los de siempre. Pero si os hacéis con ellos, no lo dudéis, porque facilitan mucho el trabajo y salen buenísimos. Y, recordad, estos canelones del Lidl no necesitan ser hidratados.

Ingredientes:
  • 16 láminas de canelones
  • 300 gr de pechuga de pollo
  • 25 gr de mantequilla
  • 25 gr de harina
  • 1 vaso de leche
  • 1 diente de ajo
  • 100 gr de calabaza
  • 2 tomates
  • 1 cebolla
  • 10-12 pimientos del piquillo
  • 1 vaso de vino de blanco
  • queso rallado
  • aceite extra virgen
  • sal

Se hidrata la pasta en agua tibia según las instrucciones del fabricante. Se escurre y, para que no se seque, se mantiene entre dos paños de cocina limpios, el de arriba húmedo.

Se pica la cebolla y se trocea la calabaza en daditos. Se pochan ambas hasta que estén tiernas (unos 7-8 minutos a fuego medio).



Se añade el vino y se deja evaporar. 





Cuando el vino se haya reducido se incorporan los tomates pelados y troceados. 



Se cocina todo durante unos 5 minutos y se agrega el pollo limpio y cortado en daditos. Se salpimenta y se cocina otros 5-7 minutos.





Por otro lado, se pica el ajo y se sofríe en mantequilla junto con los pimientos del piquillo troceados.




Se agrega la harina y se remueve. Tras un par de minutos se incorpora la leche y se cuece poco a poco hasta que espese. Cuando haya espesado, se sazona y se tritura.





Se rellenan los canelones con el sofrito de pollo y se enrollan. Se colocan en una fuente de horno untada previamente de mantequilla o aceite y se riega con la salsa bechamel.




Se espolvorea con el queso rallado y se gratina durante 10 minutos.




Y ya está. 



Que os aproveche!!!

martes, 4 de agosto de 2015

Tarta de espinacas y queso

Para los amantes de las espinacas y el queso, como es mi caso, este plato es una excelente y riquísima idea. La vinagreta con la que se acompaña se puede incluir o no, eso va al gusto, pero en esta época calurosa del año a mí la vinagreta me resulta un acompañamiento fresquito y buenísimo. Ya me contaréis.

Ingredientes:
  • 1 lámina de masa brisa fresca
  • 500 gr de espinacas frescas
  • 200 gr de queso cheddar
  • 4 huevos
  • 200 ml de nata líquida
  • aceite virgen extra
  • sal
    Para la vinagreta:
  • 1 tomate grande
  • 25 gr de piñones (sin cáscara)
  • 25 gr de cacahuetes (sin cáscara)
  • 25 gr de maíz tostado
  • vinagre
  • sal
  • aceite virgen extra

Se pone la masa brisa sobre un molde de horno y se extiende con los dedos hasta cubrirlo. Se recorta lo que sobra si es así y se ponen garbanzos crudos por toda la surerficie para que no suba. Se hornea a 180º durante 15 minutos. Transcurrido este tiempo se deja enfriar y se retiran los garbanzos.





Mientras se trocea el tomate y se pone en un bol. Se añaden, ya picados, los piñones, los cacahuetes y el maíz. Se incorpora aceite, vinagre y sal al gusto, se mezcla bien y se deja macerar.

En un wok o sartén se pochan las espinacas con un chorreón de aceite y sal.




En un bol se baten los huevos y se mezcla luego con la nata. Se vuelve a batir para que quede bien mezclado. Se añade el queso troceado y se vuelve a mezclar. Se incorporan las espinacas ya pochadas y se mezcla todo nuevamente.




Se vierte la mezcla sobre la masa brisa ya horneada y se introduce en el horno precalentado. Se hornea durante 25 minutos a 180º.




Se sirve con la vinagreta de acompañamiento.



Mmmm, qué rico!!!