lunes, 16 de diciembre de 2013

Melmoth el errabundo



Traigo a mi blog la reseña de un libro que me impresionó en gran manera cuando era adolescente. Rosa Martínez, a la que agradeceré siempre la influencia que su inteligencia, cultura y tolerancia ejerció en mí, fue la que me recomendó su lectura cuando apenas tenía quince o dieciséis años y, aunque me costó trabajo leerlo al principio, con el paso de las páginas me embaucó y me fascinó hasta la maravilla.

Charles Maturin, su autor, nació en Dublín (Irlanda) en 1782. Fue predicador protestante y es a él a quien corresponde la cumbre de la novela gótica, Melmoth el errabundo, cuando ésta estaba en plena decadencia. Con esta obra además se cierra el género hasta la llegada de Poe, quien fue admirador confeso suyo, y Lovecraft, quien lo describiría como "deidad y referencia de toda ficción diabólica". Apadrinado por Walter Scott y Lord Byron, Maturin sólo consigue el éxito con el drama, Bertram, hasta que en 1820 publica la obra maestra que me trae hoy aquí.

Melmoth el errabundo nos narra la historia de John Melmoth a lo largo de casi dos siglos de inmortalidad tras sellar un pacto con el diablo a cambio de su alma. Mezcla de Fausto y Mefistófeles, Melmoth, cansado de la eternidad (e incluso de la malevolencia que el vacío de los restos de su alma y los siglos de existencia arrastran) busca desesperadamente a alguien al que trasladar su sino fatal, el único resquicio del contrato firmado con el diablo por el que puede ser liberado. Su larga errancia le lleva a lugares tan siniestros como cárceles, manicomios, los tribunales de la Inquisición o incluso una isla desierta en la que no hay absolutamente nada salvo una mujer que ha arribado allí tras un naufragio.

La novela empieza con un descendiente, con el mismo nombre del protagonista, que regresa a la casa familiar por la muerte de su tío. Justo cuando éste está en los últimos estertores, el joven ve entrar la figura del hombre que su tío moribundo le había dicho que tarde o temprano vería aunque el retrato que de él está escondido data de casi dos siglos antes. Así empieza la historia, estructurada dentro de otras y cuyo vínculo común es Melmoth. Son varios relatos encerrados en otro que hace de marco de los demás, una novela dentro de varias novelas que son absolutos dramas donde el terror es el hilo conductor y engendro del poder que la religión, las supersticiones, la Inquisición, la soledad o el dolor ejercen y dominan al personaje de cada una de las historias. De hecho, cuando llega Melmoth para intentar pasar su trato a otro, lo hace al olor de la corrupción y la desesperación que ya existe en dichos personajes. Su fracaso se convierte, poco a poco, en algo penoso que inspira compasión. 

El descubrimiento de un manuscrito tras las primeras páginas del libro es sólo una especia de prólogo, la historia en realidad empieza con la del español, Alonso Moncada, que llega a la casa de los Melmoth tras un naufragio en mitad de una tormenta (no será el único naufragio ni tormenta de la novela) y salvar en el mar encrespado al más joven y último miembro de la familia. Todas las historias a partir de aquí versarán sobre la incapacidad del ser humano de renunciar a la esperanza de su salvación incluso en mitad del abandono más absoluto, "por mucho que el enemigo del hombre la recorra con este ofrecimiento".

Detrás de las historias de Melmoth el errabundo se encuentra el Génesis y la expulsión del paraíso, los arquetipos de Caín y Abel o Esaú y Jacob. De esta forma se relatan sentimientos encontrados como el amor y el odio, la lealtad y la traición, la rivalidad y la amistad en las relaciones entre los personajes de la novela. 

Melmoth ha hecho un pacto diabólico y, como Adán, ahora está condenado a errar. "Si he alargado la mano, y he comido el fruto del árbol prohibido, ¿no he sido retirado de la presencia de Dios, y de la región del paraíso, y enviado a vagar por los mundos de sequedad y maldición por los siglos de los siglos?" Y de su inmenso agotamiento deriva su incansable búsqueda para librarse de su destino, y es esa agonía justamente lo que le facilita encontrar a personas en parecidos estados de degeneración y desesperación. Como el propio protagonista afirma: "...esa voz única que había respirado el aire más allá del periodo de vida mortal, y que no había hablado jamás sino a oídos culpables o dolientes ni comunicado otra cosa que desesperación..."

La prosa es barroca y de una enorme profundidad de sutilezas, ironías y sentido, puede que incluso más de lo que el propio autor tuviera intención de imprimir en su narrativa. Al igual que en algunas partes y para algunas personas su lectura puede resultar algo pesada, en otras es sencillamente hipnotizante y seductora. Es un libro oscuro, tormentoso, lleno de tinieblas y a la vez de una luz deslumbrante que embauca profundamente. Es una obra que no se olvida nunca y que fascina para siempre. Ahí está la verdadera inmortalidad de Melmoth.

"He sido en la tierra un terror, pero no un mal para sus habitantes. Nadie puede participar en mi destino, sino mediante su consentimiento..., y nadie ha consentido."


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