jueves, 30 de enero de 2014

Un mundo feliz



Este libro me dio hace unos veranos algunos de los mejores momentos que la lectura me ha proporcionado en los últimos años. Fue un verano maravilloso en el que en la terraza de un hotel de Almería me entregaba a sus páginas con absoluta pasión, ante una copa de vino y antes de ir a ver a mi hermana. ¡Qué delicia!

Aldous Huxley lo escribió y publicó en 1932. Se trata de una novela que describe una sociedad ficticia indeseable en sí misma en la que las personas viven en una supuesta democracia que es, en realidad, una dictadura perfecta, con un sistema de consumo y entretenimiento gracias al cual la esclavitud no es percibida como tal. Los individuos que componen esta sociedad trabajan de acuerdo a la casta a la que pertenecen y el resto del tiempo lo dedican al ocio en el que el soma, una droga sintética de la que dependen casi servilmente, les hace sentirse felices y les impide tener inquietudes de ningún tipo.

El condicionamiento genético y psicológico de estos individuos por parte del sistema se ejerce desde el mismo momento de la procreación. Los niños son concebidos en probetas y están genéticamente condicionados para pertenecer a una de las cinco castas, desde la más inteligente a la más estúpida: los Alpha, los Betas, los Gammas, los Deltas y los Epsilones. A través de la hipnopedia ("palabras sin razonamiento"... "La mayor fuerza socializadora y moralizadora de todos los tiempos") se les condiciona "hasta que al fin la mente del niño se transforma en esas sugestiones, y la suma de estas sugestiones es la mente del niño. Y no sólo la mente del niño sino también la del adulto a lo largo de toda su vida. La mente que juzga, que desea, que decide... formada por estas sugestiones. ¡Y estas sugestiones son nuestras sugestiones! ¡Sugestiones del estado!"

Los acontecimientos se empiezan a precipitar a mitad de la novela cuando uno de los protagonistas, Bernard Marx, inadaptado social y físicamente más pequeño que el Alfa promedio, viaja a la Reserva Salvaje y conoce al otro protagonista, John el Salvaje, hijo de una mujer alfa abandonada en la reserva y del jefe de Bernard Marx, por tanto hijo natural y no producto de ninguna manipulación genética.

John el Salvaje es llevado a Londres donde no conseguirá adaptarse. Hasta que en un momento dado encuentra a un grupo de Deltas esperando su ración diaria de soma y arroja las docenas de cajas de drogas por la ventana. Intenta explicarles que solamente pueden ser libres sin ella, pero sólo consigue provocar disturbios y que sea llevado ante Mustafá Mond (que aparece en varios momentos clave de la historia), interventor residente de la Europa occidental y uno de los diez interventores mundiales.

Y aquí viene lo que para mí es probablemente lo mejor de la novela: el diálogo entre John y Mustafá, sobre todo por el discurso de Mustafá, en el que esgrime sus argumentos para mantener este tipo de sociedad mientras discute sobre literatura, filosofía, la pasión, el sufrimiento, dios, etc. Él es completamente consciente de las carencias del sistema que defiende, él mismo incumple algunas normas para suplir esas carencias, pero "la civilización no tiene necesidad de nobleza ni de heroísmo"... "Se toman todas las precauciones posibles para evitar que cualquiera pueda amar demasiado a otra persona".

La novela de Huxley gana en intensidad, inteligencia, profundidad y belleza a medida que avanza hasta culminar en unas páginas prácticamente perfectas que parecen dar sentido al resto de la obra y cuyo culmen es el final tan sumamente descriptivo y lleno de sentido de uno de los protagonistas (aunque yo incluiría el de todos ellos).

El libro satiriza el desarrollo de la sociedad y da una visión pesimista y suicida del futuro inmediato o incluso del presente histórico del autor. Pero además cuenta la lucha entre la verdad y la ficción en la que vive la mayoría, como en el mito de la caverna de Platón (con el que hay un claro paralelismo), en la que la gente es feliz en su esclavitud, sin libertad en la prisión de su propia ignorancia. Ya lo dice Mustafá Mond: "La felicidad es un patrón muy duro, especialmente la felicidad de los demás. Un patrón mucho más severo... que la verdad" "Me interesa la verdad. Amo la ciencia. Pero la verdad es una amenaza, y la ciencia un peligro público" "Cualquier cosa con tal de tener paz. Y desde entonces no ha cesado el control. La verdad ha sido perjudicada, desde luego, pero no la felicidad" "A mí me interesaba demasiado la verdad; y tuve que pagar también" "Así es como pagué yo: eligiendo servir a la felicidad. La de los demás, no la mía".

Imprescindible.


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